Edificio IWER. Matesa y Manufacturas Arga
El edificio Iwer situado en la carretera de Artika del barrio Arrotxapea de Iruñea, cambió su pasado industrial por el de edificio multiusos, albergando en la actualidad, diversas oficinas, aulas, locales comerciales y almacenes. Conserva su estructura externa tal como se construyó en entre 1945 y 1956, incluyendo el reloj y las campanas de su emblemática torre. Constituye un buen ejemplo, si no el mejor, de reutilización de un edificio industrial en Navarra.

En el año 1942, Juan Vilá Blanco, hijo de un industrial que en el siglo XIX había creado en Barcelona una empresa textil dedicada a la fabricación de mantones de Manila, se instaló en Pamplona junto con su familia. Al comienzo de la guerra de 1936 habían salido huyendo de la capital catalana y tras unos años de estancia en Francia e Italia, al acabar la guerra y tras un breve paso por Zarauz, terminaron en Iruñea, en donde montaron un pequeño taller de confección y una escuela textil. Sólo cuatro años después, junto con sus hijos Juan y Fernando, fundó la sociedad Manufacturas Arga S.A. dedicada a la confección de sedas. Otro de sus principales accionistas fue Rafael Aizpun Tuero. La fábrica comenzó a construirse en 1945 con el proyecto de los ingenieros industriales catalanes Francisco y Arnaldo Izard, en la carretera de Artica, en el término de Cruz de Barcacio. Pocos años después, en 1954, la empresa dedicada a la fabricación de artículos de seda y de rayón solicitó al Ayuntamiento la ampliación de sus instalaciones. Estaba dispuesta a invertir veinte millones de pesetas para aumentar la producción hasta un 250% y dar empleo a más de 200 obreros. El consistorio le iba a conceder entonces el beneficio de la exención en el pago de la contribución municipal, impuestos, derechos y tasas de la ampliación de su fábrica durante el plazo de 10 años.
1954.Construyendo Matesa con las estructuras metálicas de Torras, Herrerías y Construcciones S.A.
Ese mismo año comenzaron las obras del edificio Iwer cuya estructura interior de vigas metálicas tan característica, fue realizada por la empresa, también catalana, Torrás, Herrería y Construcciones S.A., fundada por el prestigioso arquitecto modernista Joan Torrás. Para 1956 estaba terminado y presto para el comienzo de los trabajos. El motivo de la ampliación era que la empresa pensaba no sólo en la producción textil sino también en la construcción de maquinaria para ello. En 1957, Juan Vilá Reyes se hizo con la patente francesa Ancet-Fayolle de un telar sin lanzadera, presentado por primera vez en la Feria Textil de Lyon y rebautizado por la empresa como Iwer, capaz de tejer cualquier clase de material, desde papel hasta fibra de vidrio. Con el convencimiento de que la fabricación y montaje de dichos telares Iwer iban a constituir un gran negocio, se crea en ese año la nueva empresa Maquinaria Textil del Norte de España (MATESA). Vilá, miembro destacado del Opus Dei, iba a contar siempre con el apoyo del gobierno franquista, tanto en la concesión de créditos y ayudas, como en facilidades para la exportación. La empresa “iba viento en popa” y en 1968 trabajaban en Matesa más de trescientos empleados y otros tantos, la mayoría mujeres, en la fábrica de sedas. Y es precisamente con la exportación de los citados telares cuando iba a estallar el que puede considerarse como uno de los mayores escándalos de corrupción política y empresarial del siglo XX.

La verdadera dimensión de la pretendida expansión internacional de la compañía mediante exportaciones de dicho telar, quedó al descubierto cuando se comprobó que solo se habían vendido 120 de los 1.500 telares que se habían enviado a Argentina sin comprador, a fin de cobrar los créditos a la exportación a través del Banco de Crédito Industrial. Para ello, manipularon documentos y realizaron salidas ilegales de capital por muchos miles de millones de pesetas. El escándalo terminó en los tribunales, con el embargo de la fábrica, penas de cárcel y grandes multas al empresario que, sin embargo, tras una corta estancia en prisión fue indultado, primero por Franco y finalmente por Juan Carlos. Políticos, banqueros y demás implicados quedaron libres de culpa. Los trabajadores siguieron con su actividad formando una sociedad laboral, construyendo nuevos telares, arreglando y aprovechando las piezas de la partida de 4.000 que el Gobierno obligó a reimportar tras el embargo. En septiembre de 1981 un incendio que destruyó gran parte de los telares almacenados y alguna de las instalaciones de la sedería fue seguramente la puntilla para el cierre definitivo de la empresa. La sociedad laboral Iwer Navarra se hizo con la subasta de las instalaciones en 1983 y tras innumerables litigios y otras vicisitudes, comenzó a reutilizar el edificio, alquilando sus locales para muy diversos usos, oficinas, escuelas, estudios profesionales, logística y almacenamiento, estudios de televisión y audiovisuales etc. En 2003 el Ayuntamiento de Iruñea por acuerdo plenario incluyó el edificio Iwer en el catalogo de edificios protegidos.
