Zugaztieta. La Arboleda

José Eugenio Villar Ibáñez.

Artículo publicado en el libro Euskadiko Industria Ondarea. Patrimonio Industrial del Pais Vasco Vol. 1 publicado por Eusko Jaularitza en 2012

Foto: Santiago Yaniz

La Arboleda es, con sus alrededores, sin lugar a dudas el barrio minero más representativo de lo que fue la minería histórica vizcaína y uno de los paisajes más clásicos y mejor conocidos por la población del Gran Bilbao; por sí mismo un valioso patrimonio histórico, un espacio evocador capaz de crear un diálogo con el visitante y una de las pocas evidencias tangibles que la intensa actividad minera nos ha legado. A finales del siglo XIX se produjo en la cuenca minera vizcaína la gran explotación minera que dio lugar a la llamada «California del Hierro». La llegada de miles de inmigrantes desde otros puntos del País Vasco, Castilla, Galicia, Aragón, etc. propició la creación de barrios mineros donde habría de residir la nueva mano de obra. En este contexto surgió La Arboleda hacia el año 1877, a partir de un conjunto de chabolas que se habían construido en la última arboleda que había en la zona, de ahí su nombre. En un principio se conoció a este barrio como La Arboleda de Matamoros, ya que el nombre genérico de toda la zona era Matamoros. En algunos documentos también aparecía como Pueblo Nuevo de Orconera, porque el barrio se había construido en terrenos de la mina Carmen 4, que explotaba la compañía inglesa Orconera Iron Ore. En este mismo período surgen también otros barrios de parecidas características, como La Reineta, La Barga, La Concha, Cadegal, Gallarta y Arnabal.

La zona de la Arboleda a principios de siglo XX

En esas primeras décadas las viviendas eran ordinarios barracones de madera, al pie mismo de las minas. El carácter provisional de estas primeras construcciones se debía a que en cualquier momento podía ser necesaria su eliminación o su traslado por exigencias de la explotación minera. En ellas solían dormir entre 150 y 200 mineros, compartiendo los jergones y camas entre dos o incluso tres. Los edificios eran propiedad de los patronos y éstos los alquilaban a los encargados o capataces, quienes de este modo recibían de aquellos el privilegio de hospedar a los obreros. La ausencia de mínimas condiciones higiénicas y el hacinamiento, descrito por numerosos médicos higienistas de la época, crearon un profundo rechazo de los mineros hacia ese tipo de alojamiento. De hecho, la desaparición de los barracones fue una de las principales reivindicaciones de los obreros en las grandes huelgas de 1890 y 1903 y acabarían por erradicarse. Para 1911 la mayoría de las edificaciones ya eran de piedra, constituyendo una abigarrada barriada donde habitaban cerca de 3.000 personas. En 1913 el sindicalista católico Jacques Valdour describía La Arboleda como «un poblado de pequeñas casas sucias, negras, levantadas en poco tiempo en madera, o en ladrillo, o en adobe tan ligero que a veces la fachada norte está protegida con maderos. Callejuelas sucias separan alojamientos exiguos, incómodos, sombríos y mal conservados». Posteriormente se fueron sumando diversos equipamientos que hacen de éste un barrio bien integrado y consolidado; entre ellos un hospital, escuelas, asilo-hospicio, economato, círculo de obreros católicos, casa del pueblo, cuartel de la Guardia Civil, cinematógrafo y la iglesia parroquial dedicada a la advocación de San Salvador. El tejido urbano fue creando un esquema reticular de calles en torno a una plaza central. Esta plaza ordena el conjunto y es el lugar donde se ubicarán equipamientos como la iglesia parroquial, el quiosco de música y las sedes de sindicatos.

La Arboleda se convirtió en cuna del movimiento obrero vizcaíno; en sus tabernas trabajó la propia Dolores Ibárruri, la «Pasionaria», y por su plaza mitinera pasaron Pablo Iglesias, Facundo Perezagua y otros muchos socialistas y líderes sindicales de la primera industrialización. Con la desaparición progresiva del barracón desaparecían dos cosas: la casa de madera o chabola, que era sustituida por la casa de mampostería, y el acuartelamiento de los obreros, reemplazado por la habitación de vecinosy huéspedes y por casas de iniciativa empresarial como las construidas por la compañía Orconera. Éstas, a medio camino entre el alojamiento colectivo y el individual, eran casas bifamiliares adosadas que formando hileras disponían de accesos independientes para cada vivienda. Algunas de estas casas continúan albergando a los actuales residentes del barrio.Con el declive de la explotación minera La Arboleda padeció durante décadas un proceso de deterioro progresivo. Los tributos urbanísticos que la actividad minera imponía al poblado fueron limitándose, pero con ello también las necesidades de mano de obra, que hubo de buscar otras expectativas de trabajo y residencia en los pueblos industriales más próximos. En los últimos años, nuevos usos recreativos y de esparcimiento han revitalizado tanto el barrio como su entorno.

Casa de madera conservada en Zugaztieta

Actualmente en el casco urbano de La Arboleda se conservan tres tipos de viviendas de mineros, que se corresponden con su desarrollo histórico:

* Casas de madera. Son las que más se aproximan a los barracones mineros. No obstante, el modelo se ha ido transformando, incorporando modificaciones en la estructura, en los materiales de construcción o en su distribución interior. En origen, cada vivienda la constituían una cocina y la habitación única.

*Casas de pisos exentas con balconadas.

*Viviendas que corresponden a un planetamiento constructivo de la Compañía Orconera. Son grupos de casas bifamiliares adosadas, que forman tres o cuatro hileras distribuidas irregularmente.

La importancia histórica de La Arboleda llevó al Gobierno Vasco a declarar su protección mediante la Resolución del 29 de noviembre de 2002 que promovió el expediente para la declaración de Bien Cultural Calificado con la categoría de Conjunto Monumental. Lamentablemente en el área de protección no se incluyó la zona de explotación contigua al barrio: terrenos en los que se encuentran restos de viaductos, planos inclinados, túneles, puertos de mineral y hornos de calcinación; ruinas arqueológicas de un paisaje transformado durante décadas de intensa explotación del territorio y en cuyas huellas podemos leer e interpretar su pasado productivo y extractivo. Entre restos de mineral y huellas de barrenos destacan las ruinas de los hornos de calcinación de la mina Parcocha, el plano inclinado del pozo de la mina Orconera 4, el plano inclinado en galería Parcocha-Peñamora y las tolvas de mineral utilizadas por la Orconera. Esta compañía inglesa, junto a las de Martínez de las Rivas y Echevarrieta-Larrínaga, se repartía la explotación de las minas más productivas del entorno Matamoros-La Arboleda. La Orconera se había constituido en Londres en 1873 para explotar durante 99 años minas arrendadas a los Ibarra, un coto de 400 ha, situado en la zona más rica de la cuenca minera vizcaína. Diez años después de su creación la sociedad ya había invertido más de 11 millones en la construcción de todo tipo de infraestructuras necesarias para extraer y transportar el mineral hasta sus cargaderos de Lutxana, en la ría de Bilbao: ferrocarril, material móvil, estaciones, talleres y otros edificios, maquinaria para reparaciones, plano inclinado vías, maquinaria, vagones, embarcadero, trabajos de preparación de las minas y material móvil para las minas.

Mina de Orconera

El grupo de minas que explotaba Orconera, arrendadas a Ibarra Hermanos, eran las denominadas Orconera 1 a 7 y Cármenes. Comprendían desde la cabeza del plano general todos los niveles superiores a la cota 340, entre la falla general de dirección noroeste y la falla llamada de la Mame, de igual orientación, donde se encontraba uno de los subsuelos más productivos del criadero. Otro gran propietario y explotador fue José María Martínez de las Rivas, que disponía de la concesión de las minas Unión, Mora y Amistosa, ubicadas en cotas altas, próximas a La Arboleda-Matamoros. Desde allí bajaba el mineral por medio de tranvías aéreos que llegaban hasta la estación de Arcocha, en el ferrocarril de Triano, con una capacidad de transporte de 30 t/h. Martínez de las Rivas no formó ninguna compañía colectiva ni sociedad anónima; aun así, consiguió el 16% de todo el hierro de Bizkaia. Fue también pionero de la industrialización vizcaína, adquiriendo en 1886 la fábrica de San Francisco en Sestao y fundando los Astilleros del Nervión en la misma vega de la Mudela. Otra mina de gran rendimiento fue la mina Parcocha, explotada por P. Galíndez hasta 1894. A partir de entonces la explotó la compañía inglesa The Parcocha Iron Ore,que laboreaba otras minas propias. Posteriormente la explotación fue arrendada a Echevarrieta y Larrínaga. Para dar servicio a esta mina, en 1875 se construyó el primer tranvía aéreo de Bizkaia, un tranvía monocable de 2.833 m, con capacidad de 400 t/día. En 1925 sería sustituido por uno más moderno, con sistema Bleichert y 2.295 m de longitud, parcialmente soterrados en el túnel de Peñamora. Tenía su apartadero en Elguero, junto al ferrocarril de Triano, con 18 apoyos intermedios o caballetes y una capacidad de 100 t/h. De todas estas infraestructuras y de la actividad extractiva ha quedado un paisaje transformado. Un buen número de estanques artificiales en los que se reproducen algunas de las características ecológicas y de las especies botánicas propias de las balsas de agua surgidas en un proceso orogénico espontáneo.

Foto: Santiago Yaniz

El agua ha rellenado aquellas explotaciones cuyo fondo impermeable lo permitía, de tal forma que se han creado numerosas lagunas y lagos de diferente extensión y profundidad, insertos en un paisaje de gran calidad ambiental y biodiversidad. La vegetación ha tapizado los frentes de extracción y las antiguas cortas, de tal forma que se produce una hermosa y armoniosa combinación entre la matriz de roca dejada al descubierto por la extracción del mineral y los árboles y arbustos que se adhieren con sus raíces a las rocas. En definitiva, nos encontramos ante un paisaje cultural donde se mezclan restos arqueológicos de infraestructuras de extracción insertos en un paisaje de gran calidad ambiental y biodiversidad totalmente singular en el País Vasco.