La fábrica de papel de Agoitz. Victor Manuel Egia Astibia
La primera noticia que tenemos de la fabricación de papel en Navarra es del año 1750 cuando el Santo Hospital de Pamplona compró el molino de pólvora que la corona poseía en el barrio de Arrotxapea de Pamplona y que poco antes había sido destruido por una explosión, con la intención de utilizarlo como molino papelero. El Santo Hospital solicitó entonces al virrey, la exclusividad en la fabricación de papel, aunque no le fue concedida y pocos años después, en 1773 el agoisko Marqués de Guirior solicitó y le fue concedida la transformación de su pequeña fábrica de curtidos de Agoitz en fábrica de papel.
El edificio de la papelera a finales del siglo XX. Foto Cortesía de Txus Laurenz
A comienzos del XIX, durante la francesada, la instalación de Iruñea fue destruida y a partir de entonces, solo la papelera de Agoitz y otra pequeña instalación en Leitza, quedaron como únicas muestras de la fabricación de papel en Navarra en el primer tercio de ese siglo. Sin embargo Antonio Ribed, que había sido maestro papelero en el molino de Pamplona y sus sucesores pronto se harían con el batán trapero de Atarrabia y montarían allí, en 1846, la que iba a ser la más importante fábrica de papel en nuestra comunidad hasta bien avanzado el siglo XX. A finales del XIX, la Papelera Navarra de Villava amplió sus instalaciones con una fábrica de pasta de papel en Olaldea, también se montó una pequeña papelera en Altsasu y otra, la de San Migeltxo, en las cercanías de Urriza, aunque la actividad de estas últimas no duró muchos años. En esos años se comenzó a fabricar la pasta a partir de la madera fundamentalmente de especies coníferas ya que anteriormente se fabricaba, habitualmente, mediante el bataneo de material textil, telas y trapos con molinos de mazos.
Molino de papel de mazos. Grabado de l’Encyclopedie DiderotEl Marqués de Guirior. Gran Enciclopedia Navarra
Pero volvamos a la papelera de Agoitz y a su historia. José Manuel de Guirior Portal de Huarte Herdozain, nació en Agoitz en 1708 en el seno de una rica familia de hacendados. Hizo carrera militar en la Marina hasta llegar a ser jefe de la Armada Hispana, concediéndosele el título de Marqués de Guirior. En 1772 fue nombrado Virrey de Nueva Granada y poco después, entre 1776 y 1780 Virrey del Perú. Entre otras muchas posesiones, los Guirior, tenían una pequeña fábrica de curtidos en el mismo Agoitz que en 1773, como habíamos dicho, transformaron en papelera. La titularidad de la misma, situada a orillas del río Irati en el soto de Legarrea muy cerca del núcleo urbano, estaba a cargo de uno de sus hijos Josef Manuel Guirior y Larrea, residente en la villa. Este, en 1786 concedió el arrendamiento al maestro papelero Bernardo Ragueta y a su esposa Graciana de Binaflou, ambos naturales de la localidad gala de Ravenac. El siguiente arrendamiento en 1791 fue para su hijo Vicente Ragueta y su esposa Dominica Loyola también por seis años y por un precio de 2.300 reales anuales o 36 maravedís, la moneda de este reino. Poco después estalló la llamada Guerra de la Convención contra Francia y al acabar la misma todos los franceses residentes aquí fueron expulsados a su país de origen. Sin embargo es conocido que el entonces virrey de Navarra indultó a Bernardo Ragueta para que se hiciera cargo del molino papelero de Pamplona, pues sus conocimientos eran indispensables para poder continuar con la producción.
En los documentos notariales de arriendo de cualquier instalación fabril se hacía constar un inventario y el estado de todos los materiales y estancias de lo arrendado, lo que nos aporta una información exhaustiva del funcionamiento y maquinaria, en este caso (*), de la fábrica de papel de Agoitz en esos finales del siglo XVIII. En una de las estancias se separaban y clasificaban los distintos trozos de tela y trapos, rompiéndolos en trozos lo más pequeños posible e introduciéndolos en grandes tinas con agua para que fueran pudriéndose. Tras conseguir una textura suficiente el material semi putrefacto pasaba a ser bataneado en los molinos de mazos. Como en los molinos harineros, una rueda era movida por el agua desviada desde el río, haciendo girar un gran eje con unos salientes o levas que al girar elevan y dejan caer los mazos sobre la pila. Terminada la operación del triturado de la pasta se volvía a pasar a tinas con agua hasta conseguir la densidad y pureza adecuadas. Seguidamente con un molde o marco de madera con una malla, se deposita una fina capa de pasta que al escurrirse dejará formado el pliego de papel con un grosor y tamaño dependiente del molde. Veinticinco pliegos u hojas formaban una mano y veinte manos una resma. Las finas hojas de pasta eran sometidas después a la presión de una prensa de tornillo hasta perder la mayor parte del agua para, finalmente, colgarse en secaderos instalado en la parte más alta del edificio.
Dos ejemplos de filigranas en papel realizado en Agoitz
La fábrica de Agoitz poseía dos molinos uno con 36 mazos y el otro con 16, además de las habitaciones para almacén de trapos, troceado, tinas para el macerado, secaderos etc. Como en otras fábricas las resmas de papel eran marcadas con filigranas representativas, en este caso con el escudo de Aoiz, lo que en muchos libros y documentos permite reconocer el lugar o fábrica donde el papel fue realizado.
Las últimas noticias que tenemos de la papelera de Agoitz proceden de la antevíspera de la navidad de 1894 cuando se produjo un incendio “fortuito” en la misma. La rápida actuación de muchos vecinos que acudieron a sofocarlo impidió que los daños fueran desastrosos. Dos días después se detuvo a un vecino de la villa que reconoció que, al ir a apoderarse de la miel de una colmena natural que se había formado en el interior de la fábrica, utilizando fuego para espantar a las abejas, produjo el incendio de forma involuntaria.
La siguiente noticia es ya de 1910 cuando la empresa maderera El Irati alojó en la fábrica a Juan Salvador y su cuadrilla de gancheros procedentes de la localidad valenciana de Chelva y que fueron contratados para trabajar en el descenso de maderos por el río hasta el aserradero de Ekai. Por tanto, aunque no tengo la certeza de la fecha, es probablemente a principios de siglo cuando la papelera cesó su actividad como tal.
La papelera a orillas del río Irati. Foto cortesía de Bilaketa
Hoy día, de titularidad privada, el edificio está en desuso y en los últimos años se ha producido la ruina progresiva y casi total del mismo. La fábrica de papel de Agoitz, de importante valor patrimonial, es la única muestra de lo que fue la protoindustria del papel en Navarra, un lugar de memoria representativo de los comienzos de la industrialización y de la historia reciente de la villa. Si no se toman medidas urgentes en aras a su rehabilitación y conservación, desaparecerá para siempre.
* Documentos notariales recogidos y publicados por los historiadores Josetxo Paternain en http://tutoberri.info/?p=3760 y