La industria serícola en Igantzi
Al igual que el gusano de seda de la morera el gusano de seda del roble (Attacus pernyi) se cultiva para la producción de seda, especialmente en China, India y Corea y es conocida desde el siglo III. Este gusano se alimenta de hojas de roble y su capullo puede ser utilizado, también, como hilo dental.
A mitades del siglo XIX, una devastadora epidemia provocó un colapso en la cría del gusano de seda de la morera en toda Europa. Para intentar paliar la situación, en 1865 se introdujo el gusano de seda del roble en Francia, desde donde, pronto, pasó a Navarra y Guipuzkoa. Con el objetivo de desarrollar una nueva industria de la seda se instalaron algunas granjas en distintos lugares de Guipúzcoa y Navarra. Don Gregorio de Lopetedi y Lecumberri, de San Sebastián fue el pionero, recolectando en 1878, en los términos de Goyaz-aundi, 49.000 capullos. A la vista del magnífico resultado de sus sedas se animó a montar una fábrica ó hilandería en el barrio de Gros, llamada Lembicicoa. Pero todos los buenos deseos se frustraban ante el gran número de enemigos que destruían el attacus. Las arañas, hormigas, avispas y otros insectos, así como los ratones y los pájaros insectívoros, hacían horribles destrozos en los gusanitos. Especialmente los pájaros, se cebaban de tal manera, que casi se dejaban coger con la mano antes de abandonar el árbol que tan copiosamente les regalaba bocados de su gusto. Lopetedi, en los montes de Rentería, detrás de Urdaburu, llegó a poner guardas disparando tiros continuamente, y a fuerza de precauciones llegó a recolectar buen número de capullos.
En 1880, Gregorio Lopetedi publicó un tratado sobre la cría del gusano de seda del roble en el que anticipaba el éxito de esta industria pionera. En su libro resalta que aunque la seda de A. pernyi no puede compararse con la del de la morera (B. mori), reúne sin embargo las condiciones necesarias para confeccionar buenos tejidos que serán apreciados por su duración y precio moderado. La seda que producen las orugas de Antheraea o Attacus pernyi tiene un color ligeramente tostado, resultado de una especie de goma que une los hilos de seda para hacerla impermeable al agua. De este modo se evita que penetre la lluvia, la nieve o el frío para que el gusano ya convertido en crisálida este bien resguardado. Para conseguir una seda blanca y brillante debe quitarse esa materia gomosa que la cubre.
La experiencia en Igantzi
El 30 de abril de 1880 se constituyó en Igantzi una sociedad con objeto de la producción de seda a partir de la cría del citado gusano, que se alimenta de la hoja de roble. La sociedad se formó por Jose Martínez Roldán, Juan B. Samper, Jose Maria Lasa y Francisco Echeveste. En febrero de 1882 el periódico navarro Lau-Buru daba la noticia de los resultados obtenidos por Don José Martinez, director de la granja serícola de Igantzi. Se les había concedido una subvención de mil pesetas anuales por la Diputación Foral para introducir dicha industria serícola en Navarra y en su memoria decía que, a pesar de las dificulatdes en la aclimatación del citado gusano en nuestras montañas, el resultado era bueno. En el verano de 1880 había obtenido 5.500 hermosos capullos cuyos gusanos se alimentaron al aire libre de cuatro robles. En una segunda cosecha ese mismo verano pudo recolectar hasta 30.000 capullos. Pero los resultados de la segunda campaña, de 1881, fueron muy superiores y entre sus dos cosechas recogió más de 9000.000 capullos. Desde el periódico se le daban las gracias al Sr. Martinez de Igantzi por su laboriosidad y el deseo de que siguiera con éxito, la incipiente industria. No tenemos noticias de años posteriores pero suponemos que la empresa no llegó a buen puerto.

Francesc Cardona i Orfila, un sacerdote menorquín con grandes inquietudes científicas fue un abanderado del proyecto de la industria de la seda en Baleares. En la primavera de 1881 Cardona introdujo en Menorca ejemplares de A. Pernyi procedentes de Navarra y en 1883 hizo lo mismo en Mallorca. Pese a su entusiasmo inicial, la falta de rentabilidad de las granjas provocó su cierre antes de que finalizara el siglo. Algo similar ocurrió en el resto de la península, donde las granjas cerraron en los primeros años del siglo XX. Hoy en día, la presencia de A. pernyi en Europa se restringe a la isla de Mallorca.