La Tejería de Beloso

Nos situamos en el barrio de la Magdalena de Iruñea. Allí, en el término de Beloso Bajo, una pasarela metálica atraviesa el cauce del río Arga para dar continuidad a un camino, ahora hormigonado, que asciende en zigzag hasta alcanzar lo alto de la ripa, en las inmediaciones del pequeño edificio que fue de arbitrios municipales, frente al seminario de la ciudad. Si nos asomamos desde ese lugar para observar las fértiles huertas y el meandro del río, justo debajo observaremos una pequeña llanada, en la orilla izquierda del Arga. En ese lugar, hoy invadidos y ocultos por la vegetación, aún se conservan algunos restos de lo que fue una tejería. La pequeña instalación está debidamente señalizada en distintos planos de Iruñea de los años 1756, 1869 y 1882 como tejar.

 

 

Cemeño 1756
Plano de 1756. Cermeño. Se señala la tejería de Beloso Bajo en su ubicación junto al recodo del río. Otra tejería se señala cerca del molino de Caparroso, que ya no aparece en los planos del siglo XIX

Ya en un documento notarial de arrendamiento de 20 julio de 1861, figura como titular de dicha tejería el labortano de la localidad de Larresoro, D. Juan Etchegoyen.  En el documento se especifica el arriendo de la tejería sita extramuros de la ciudad, a orillas del río y bajo la ripa de Beloso. La cesión en arriendo es en favor de Bautista Etchegoyen, una mitad y la otra mitad para tres hermanos de apellido Arrieta, por una renta de cuatro mil reales de vellón anuales y con una duración de 9 años. No consta el parentesco que pudiera haber entre arrendador y arrendado, de mismo apellido, aunque puede suponerse que lo había en linea directa. En el precio del arriendo se incluía toda la instalación edificio principal y cubiertos, horno y eras, todos los materiales en depósito, tejas y ladrillos. Por la herramienta y útiles debían abonar otros tres mil reales.

En otro documento de mayo de 1882 consta que el consistorio pamplonés concede permiso a D. Juan Etchegoyen para extraer leña del río para su tejería de Beloso. Es bien conocido y documentado que en aquellos años se bajaba leña suelta por flotación desde las cabeceras de los ríos Arga y Ultzama para cubrir las necesidades de la ciudad, cuyos bosques de cercanías ya estaban bien esquilmados. En la tejería se realizaban ladrillos tanto macizos como huecos a un precio de 50 pesetas el millar, cinco pesetas más si debían llevarse al punto necesario de uso.

Como se puede suponer si se conoce un poco la zona, entonces sin pasarela, para trasladar el producto hasta la ciudad, aunque ya existía el estrecho y de gran pendiente camino hasta lo alto, este no era útil para el trasporte. El paso hacia el molino de Caparroso y la puerta de Tejería era, también, imposible por lo abrupto de la orilla. Por tanto, no quedaba otra alternativa que recorrer la orilla izquierda del río hasta Burlada y luego ascender por el camino de Francia, hoy cuesta de Beloso, hasta alcanzar la meseta pamplonesa. Con el ánimo de facilitar ese trasporte de materiales hasta el centro de la ciudad, el titular de la tejería solicitó al consistorio autorización para instalar un “ferrocarril aéreo”, cuyos carrillos pudieran ascender con facilidad los ladrillos hasta la zona alta. En el pleno municipal del 22 de noviembre de 1890 se le concedió dicha autorización; eso le iba a suponer un importante ahorro de energía y coste en el trasporte. Para la época de la que hablamos, la instalación resultaba absolutamente novedosa y causó gran expectación entre la población. Pero, apenas transcurrido un mes de haber instalado el cable teleférico ocurrió un desgraciado accidente. El hijo del dueño de la tejería, Justo Etchegoyen, fue golpeado por un cajón lleno de ladrillos al romperse una pieza del engranaje del sistema. El tremendo impacto le produjo la muerte instantánea con el cráneo destrozado. Su padre y el resto de trabajadores quedaron desolados y no tenemos noticias de si el cable fue reparado después, pero es probable que el episodio marcara un antes y un después en la actividad de la tejería. Don Juan Etchegoyen y Zaragoiti falleció en 1910 sucediéndole en la dirección de la tejería otro de sus hijos, Norberto.

 

img004
Fotografía de Martínez Berasain. Entre 1910 y 1920. En la parte baja se observa la instalación y a la izquierda el Recodo.

Junto a  la tejería el río Arga hace un brusco giro hacia el norte, lugar conocido como el Recodo, que se hizo muy famoso a finales del XIX y principios del XX como peligroso lugar de baño. Cada año se ahogaban varias personas, especialmente niños y militares. El Ayuntamiento tuvo que poner un vigilante especial durante el verano y finalmente prohibir el baño en la zona pues los accidentes seguían siendo muy frecuentes. Decía la crónica de El Eco en mayo de 1897: Dentro de algunos días comenzarán los exámenes en las escuelas públicas de esta capital, y verificados estos vendrá el cierre de las aulas con motivo de la canícula. La mayoría de los chicos se dedicará a coger grillos, pacharanes y nidos y, lo que es peor de todo, a bañarse en el Recodo, en cuya parte del río Arga siempre queda alguna víctima.

Por otra parte, los hornos de la tejería no sólo se utilizaron para cocer ladrillos y tejas siendo habitual en la época aprovecharlos para otros usos, por ejemplo, para fundir campanas. Los artesanos fundidores de campanas de bronce no solían contar con instalaciones fijas y era lo normal que acudieran a fundirlas en hornos, diríamos de alquiler, en las cercanías del destino final de la campana.  Nicomedes Haro, su hijo Constantino y Teodoro Sierra eran muy conocidos a finales del siglo XIX como expertos fabricantes de campanas. Está documentado que, en 1886 se fundió en dicha tejería de Beloso la campana de la iglesia de San Lorenzo de Pamplona, en 1899 la de la iglesia de San Agustín y en 1900 la de la parroquia de Ibero. La citada familia de campaneros se desplazaba de un lugar a otro en su labor artesanal, fundiendo también campanas en Agoitz, Ilunberri o San Martin de Unx.

 

1982
Ortofoto de 1982. En el centro, todavía se observan las edificaciones, bajo el cruce de carreteras de Beloso

En las cercanías de esta tejería, pero ya en término de Burlada, existían al menos otras dos, ambas también en la margen izquierda del río, una cerca del puente nuevo frente al llamado soto de Burlada y la otra junto a su puente viejo, en el camino que se dirigía hacia Mendillorri y la zona de Lezkairu. A finales del XIX figuraba como titular de las mismas Ceferino Uli y también se documenta su arriendo al campanero Nicomedes Haro para fundir campanas. Quizás de ahí proceda el que a los burladeses se les conozca y apode popularmente como “campaneros”. Estas tejerías ya bien entrado el siglo XX se agrupaban en una denominada Sociedad Tejería de Beloso con implicación directa en la propiedad de la familia burladesa Uli.

La que nos ocupa en este escrito en los años 20 se dedicó algunos pocos años a fabricar azulejos bajo la denominación comercial de fábrica de azulejos San Julián y Cenzano, aunque el negocio no debió funcionar bien pues cerró pronto. Entonces fue comprada por una familia de hortelanos y ganaderos que estuvieron hasta los años sesenta. El edificio de la tejería lo dedicaron a cuadra y almacén de aperos y se hicieron aledaña una pequeña vivienda. En la actualidad, como decía al principio, tan solo quedan algunos restos de paredes escondidos entre la vegetación.