Las fábricas San Miguel y Pastaola
Las fábricas San Miguel y Pastaola. La industria papelera a orillas del río Larraun (1870-1896)
Víctor Placencia Mendia
Artículo publicado en la revista Filigranes nº 10 2020
En Navarra, de camino a Irurzun, por la autovía A-15, bajando el puerto de San Migueltxo, en el fondo del valle del río Larraun, a su paso por el lugar de Arruitz, perteneciente al Valle de Larraun, al borde de un extenso y cerrado hayedo, se encuentran en pie un único edificio, una icónica chimenea y los restos de un canal que desafían al paso del tiempo.

Más adelante, en la misma vía, en el lugar de Urritza, perteneciente al Valle de Imotz, encajonado entre el río Larraun y el antiguo trazado del desaparecido ferrocarril Pamplona-San Sebastián, nos acompaña un tramo de acueducto, y ya en Latasa, nos reciben unos imponentes muros y un salto hidroeléctrico. Son los restos de lo que en un tiempo fue una de las primeras actividades industriales de Navarra a finales del siglo XIX: la fábrica de papel continuo San Miguel y su fábrica auxiliar para producir pastas Pastaola.
El origen de la fábrica San Miguel se sitúa en la ferrería hidráulica del mismo nombre promovida en 1851. La puesta en marcha de la ferrería se produce cuando la actividad ferrona, producto de su inadaptación tecnológica, se halla en plena decadencia, abocada a su total desaparición, con la irrupción de los altos hornos. Ante este panorama nada halagüeño, Epifanía Irazusta Arzadun, que ha tomado las riendas de este negocio, opta, por necesidad, conveniencia y utilidad, por su reconversión en 1870, transformándola en una fábrica de papel continuo de paja. Con esta operación de reconversión, Irazusta también promueve e implanta, al igual que en la fábrica de papel La Confianza de Tolosa fundada por su padre en 1856, un modelo de colonia industrial, que cuenta ya con una capilla, al edificar su casa y una casa con siete viviendas para otros tantos trabajadores y sus familias. Llegando a constituir una unidad prácticamente autosuficiente con una huerta anexa.
Por su parte, la fábrica Pastaola se asienta sobre una antigua ferrería y fábrica de cobre, cuyo origen se remonta a 1850. Será Luciano Guibert Constan quien la transforme en fábrica de pasta. En 1871, con la ferrería San Miguel ya transformada, Irazusta acuerda con la empresa Sesé, Bandrés y Echeverría, fabricante de papel de paja de Tolosa, su arrendamiento. La fábrica se equipa con maquinaria de Constan Beaudry, de Angulema (Francia), y Fundición de Hierros y Construcción de Máquinas Fossey, Goicoechea y Cía., de Lasarte (Gipuzkoa). Tiene una máquina continua de tirar papel de cilindros, de las mejores que hay en España, fabricada por Beaudry, de 20 m de largo por 2 m de ancho, 8 pares de piedras para triturar pasta, tres pilas de hierro, una cortadora de papel, una satinadora de 10 rollos, una cortadora de paja, dos prensas para embalar y dos calderas de vapor para producir el vapor necesario para los cilindros secadores. El accionamiento de la maquinaria es mecánico gracias a la energía obtenida del salto de agua de la antigua ferrería sobre el río Larraun.
Lo que parece que va a ser un prometedor negocio, inicia su andadura en el peor momento posible. En diciembre de 1872 comienza la Segunda Guerra Carlista, que se va a prolongar hasta febrero de 1876. La gravedad de la situación bélica conllevó, a finales de abril de 1874, el abandono de la fábrica del arrendador y forzó la entrada, en su lugar, de Irazusta, haciéndose cargo de la explotación temporal de la fábrica.
En noviembre de 1876, ambas partes acuerdan la rescisión del contrato de arriendo. Durante los años siguientes se suceden los embargos y las hipotecas sobre la fábrica San Miguel, que lastran el normal desenvolvimiento de su actividad. Hasta el punto de que cesa de forma definitiva el 1 de enero de 1879. La sociedad A. Echeverría y Compañía, S.C.C., dueña de una parte, tratará de reanudar la actividad, por lo que, a finales de 1882, anunciará, sin éxito, su arrendamiento. Se pondrá a la venta a primeros de 1885 y 1886, pero no cuaja.

En el verano de 1887, Tomás Berasaluce Orbe compra la fábrica San Miguel y en unión con otros socios guipuzcoanos, en noviembre de 1887, constituye en Bergara (Gipuzkoa), la sociedad Berasaluce, Barrena y Compañía, Sociedad en Comandita, con domicilio social en el Valle de Larraun, dedicándose en exclusiva a la fabricación de papel y su venta. Se retoma la actividad en 1888, produciendo inicialmente papel blanco y de color para embalar, para pasar a fabricar papeles de imprimir, finos y ordinarios, blancos y de color e incluso para periódicos.Por motivos que no se han podido averiguar para confeccionar este artículo, pero que bien pueden deberse a la crisis que pasaba la industria papelera en ese momento, la sociedad se disuelve y en enero de 1894, se vende la fábrica al tolosarra Juan Fermín Otegui Lizargarate.
La empresa Sociedad Anónima La Papelera Vasco-Navarra tomará el relevo en la explotación de la fábrica San Miguel. Esta empresa se constituye oficialmente, por inscripción en el Registro Mercantil de Navarra, en Lekunberri, en marzo de 1894, siendo sus fundadores, entre otros, Otegui, Guibert, Berasaluce y Zacarías Astiz Juanmartiñena, de origen guipuzcoano y navarro. Insistimos en lo de oficialmente porque nos consta que la sociedad existía y desarrollaba su labor, desde, por lo menos, 1892, sin que estuviese inscrita. El objeto de la sociedad, con domicilio social en Arruitz y una duración de 25 años, es la explotación de la fábrica San Miguel, aportada por Otegui, dando mayor desarrollo a la fabricación de pastas de madera del país en la fábrica aportada por Guibert.
Se hace obligada la mejora de las instalaciones, adquiriendo nueva maquinaria y retirando otra por ineficiente. En la fábrica San Miguel destacarán las dos máquinas continuas de tirar papel de cilindros, cuatro pilas de hierro, dos pilas mezcladoras sistema Bourdillat, dos desfibradores Montgolfier, una bobinadora y dos calderas de vapor nuevas para producir el vapor necesario para los cilindros secadores y para cuyo tiro se erige la chimenea de mampostería que llegará hasta nuestros días. Mientras que Pastaola cuenta con tres desfibradoras, dos cilindros de preparar pasta y una lejiadora.
En abril de 1894, la empresa recibe un préstamo de 200.000 pesetas de Crédito Navarro y, en garantía de dicha suma, se hipotecan las dos fábricas. Pero también conlleva la reordenación de la sociedad en 1895. Los apellidos de los nuevos propietarios: Jaurrieta, Ciganda, Sagües, Arrayago, etc. se asocian a los de los impulsores del incipiente proceso de industrialización de Navarra a finales del siglo XIX y principios del XX. Un grupo social compuesto por propietarios agrícolas, comerciantes y profesionales liberales con estrechos vínculos empresariales y familiares, respaldado por importantes capitales y su presencia en la vida política de la provincia, que promovió la actividad industrial en sectores como el papelero, el agroalimentario o el metalúrgico.
Con motivo del vencimiento de la anualidad del interés del susodicho préstamo en 1896, sin que haya sido satisfecho, Crédito Navarro hace valer sus derechos. Y cuando se le requiere a la sociedad el pago de dicha cantidad, ésta no tiene fondos para hacerlo efectivo.En agosto de 1896, se procede al embargo de ambas fábricas y a la declaración del estado de quiebra de la sociedad. En la segunda mitad de 1898, a instancia de Crédito Navarro, se anunciará la celebración de tres subastas públicas consecutivas para la venta de ambas fábricas, pero ningún postor acudirá a las mismas. En la última subasta, se adjudican ambas fábricas a Crédito Navarro, por 30.000 pesetas. Posteriormente, en agosto de 1899, las pondrá a la venta, pero sin éxito, y no será hasta 1903, cuando las venda por 43.500 pesetas. En 1901, habrá vendido a Garin Hermanos y Berroeta, S.R.C., de Berastegi, parte de la maquinaria de San Miguel.
No ha sido posible recabar a cuánto ascendió la producción durante el periodo sometido a estudio. Y para la plantilla de trabajadores de San Miguel, que era eminentemente masculina, apuntar que en 1889 la formaban 8 trabajadores, 17 en 1894 y 13 en 1896.
Otras actividades alejadas del mundo papelero tomarán a primeros del siglo XX el testigo de dar continuidad sobre los mismos emplazamientos la implantación de un tejido industrial moderno en Larraun e Imotz, pero esa, ya es otra historia. Sirvan estas líneas para rescatar del olvido una actividad que hizo del río Larraun un centro papelero a finales del siglo XIX y una primera toma de contacto para futuras investigaciones.
Víctor Placencia Mendia