Mecetas en la Magdalena. Piperropiles, relleno, la «cazuela» y la tasca de las moscas.

La pequeña historia del barrio de la Magdalena va unida a la leprosería de la Magdalena situada al otro lado del Arga, aproximadamente en el lugar en hoy está el convento de las Josefinas. Está documentada desde finales del siglo XIII y en torno a este lazareto se fueron agrupando un pequeño grupo de viviendas de hortelanos y labradores, 14 fuegos en 1427 y unos 150 habitantes en 1749, siempre perteneciendo a la Navarrería. Sus fiestas se celebraban el 22 de julio, día de  Sta Mª Magdalena y además de funciones religiosas había festejos civiles. Ya de víspera todas las casas del barrio se adornaban profusamente con arcos de verdes ramajes, en los que resaltaban los piporropiles como adorno comestible. La mañana del día de fiesta subían los mozos del barrio a la ciudad precedidos de los cuatro mayorales cubiertos con boinas adornadas con múltiples cintas de colores chillones. Bailando al son de la gaita y tamboril, recorrían las calles de la vieja Iruña, visitando en su recorrido desde el señor obispo hasta el más modesto de los propietarios de fincas o huertas del barrio. El número de las mecetas era el banquete gastronómico de la comida y la cena, en donde destacaban como plato típico los rellenos. El resto lo completaba el baile, el cual se veia muy concurrido a última hora de la tarde por la gran afluencia de vecinos de la ciudad. En el barrio de la Magdalena estaban incluidos San Pedro y Capuchinos por lo que  las reuniones y meriendas de los mozos se alternaban según los años, un año en casa Pardo de la propia Magdalena, al año siguiente en la casa del lavadero de San Pedro y al año siguiente en la venta de Capuchinos. En la Magdalena el baile se realizaba cerca del Molino Ciganda, entre  el río de los leños y la muralla, en un lugar arbolado que se conocía como «la cazuela».   A principios del siglo XX, era frecuente además que en algunos festivos,  algunas sociedades o peñas bajaran a la cazuela  a bailar con sus orquestinas compuestas por un par de guitarras, una bandurria y a veces un violín o una flauta.   (Arazuri 1979. Pamplona Calles y Barrios)

Basiano
La tasca de las moscas (orillas del Arga). Basiano 1925
La tasca de las moscas. 1933 Foto J.Cía
La tasca de las moscas. 1933 Foto J.Cía

Cuentan que la llamada popularmente «tasca de las moscas» en el comienzo del camino de Burlada, tenía la peculiaridad hasta hace pocos años de tener el suelo metálico. La realidad era que el suelo era de tierra y como no recogían las chapas de las bebidas, estas se iban incrustando en el barro hasta formar un curioso suelo de «todouno» (tierra y chapas). También dicen que su nombre viene de la amplia presencia de dípteros en su interior quizás a causa de tener en su puerta un hermoso ejemplar de roble, árbol en cuyos alrededores las moscas suelen proliferar. A pesar de estos aspectos negativos tiene, al menos, el honor de haber sido inmortalizada por el gran pintor Basiano y por el, también, gran fotógrafo Julio Cía. En la actualidad cerrada al público permanece su estructura original.

*Fragmento de la «Crónica de la Provincia de Navarra» escrita por el periodista y escritor madrileño Julio Nombela en 1868. Edit. Rubio, Grilo y Vitturi

…En las afueras de Pamplona hay dos arrabales llamados el uno La Rochapea y la Magdalena el otro. En ellos como en los barrios de la capital, se celebran todos los años mecetas o verbenas, y para dar una idea de lo que son estas funciones, voy a describir una de ellas.

A los pocos días de mi llegada a Pamplona me sorprendió un agradable espectáculo. El tamborilero, precedido por cuatro hermosos y robustos jóvenes cuyas boinas estaban adornadas con vistosas cintas de colores, recorría las calles seguido de una multitud de curiosos. – ¿que significa eso? – que hay meceta en el barrio de la Magdalena, me contestaron. – pero ¿esos mozos?…. – son los que costean el baile y vienen a invitar a sus amigos.

El barrio de la Magdalena está al otro lado del río. Por la tarde me llevaron a él varios amigos. Por cualquiera de las fortificadas puertas de la población que se salga, el paisaje que sorprende la vista es bellísimo……..  Atravesando un puente nos encontramos en el barrio de la fiesta. La animación no era muy grande porque la multitud estaba diseminada en grupos que llenaban los caseríos y las posadas. Muchas de estas y aún de aquellos habían engalanado sus puertas con follages formando arcos y adornos de mucho gusto. Sobre el fondo verde se destacaban los famosos piperropiles, sabrosos bollos de una pasta muy parecida a la galleta, que las jóvenes regalan a los que bailan con ellas. Entramos en una de las posadas, y todas, literalmente todas las habitaciones estaban llenas de adoradores del relleno.

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Este manjar, clásico en los días de mecetas, es sabrosísimo. Poco ducho en el arte culinario, carezco de la ciencia necesaria para explicar las causas que producen el efecto que este plato ofrece al paladar, pero repito que su aderezo es apetitoso. Este mútiple festín ofrecía además un lado pintoresco: unos devoraban el relleno en el hogar, otros en los modestísimos comedores de su posada, otros tenían por mesa una silla, los dormitorios albergaban también grupos y cuando las elevadas camas no servían de mesa, servían de butaca. ¿pero que más? hasta en las escaleras había rellenistas.

Después recorrimos los bailes y llamó sobremanera mi atención el orden y respeto con el que el sexo feo trataba al bello sexo. Mucha alegría en todas partes, pero ninguna incoveniencia….      Julio Nombela