Pax avant. El Tributo de las Tres Vacas

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La ceremonia del Tributo de las Tres Vacas.Talla de madera en la sillería del presbiterio de la parroquia de San Cipriano de Isaba. Foto : I.Ojanguren

Como todos los años, y desde hace más de seiscientos, el día trece de julio se celebrará en el collado de Ernanz de Larra, junto a la Piedra de San Martin (Muga 262), la singular ceremonia del Tributo de las Tres Vacas. Ese día, y al menos desde 1376, los vecinos del valle bearnés de Baretus hacen entrega a los roncaleses de tres vacas, como tributo o pago por un grave pleito surgido entre pastores de ambos valles, en los pastos compartidos, que terminó en una cruel disputa.

El famoso periodista y escritor catalán Joan Mañé y Flaquer (Torredembarra 1823-Barcelona 1901) hizo una explícita descripción del evento en su gran obra “El Oasis. Viaje al país de los fueros”. Joan Mañé, a lo largo de su trayectoria profesional, adoptó siempre un ideario descentralizador, participó en el incipiente catalanismo de la Lliga de Cataluña y se enfrentó al Gobierno de Madrid, también, en defensa del foralismo de Navarra y el resto del Pais Vasco. En 1878 publicó la citada obra en la que, a través de un viaje por la geografía navarra, hace múltiples descripciones de la historia y las costumbres de nuestro pueblo.

 

 

 

 

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1934. Jurados de los valles de Erronkari y Baretus preparados para la ceremonia. Foto: Indalecio Ojanguren

Así cuenta el escritor la tradición de la singular ceremonia: Según noticias que me he podido proporcionar, se cree que los cimbros* penetraron en el valle del Ronkal y lo asolaron, guiados por los baretoneses. Derrotados los cimbros y arrojados del territorio, los roncaleses se vengaron en los baretoneses del daño que había sufrido, y para concederles la paz les exigieron un tributo anual, que consistía en cuatro caballos con las cuatro extremidades blancas.

Se había perdido la costumbre del tributo, y cuando en 1373, Pedro Carrica vecino de Isaba y Pierre de Sausoler, del valle de Baretons, acudieron a dar agua a sus ganados en una fuente que hay en la línea divisoria del puerto, y allí se trabaron de disputas sobre quien abrevaría primero, y pasando de las palabras a las obras, Pedro Carrica mató a Pierre Sausoler. Como sucedía en tales casos, los parientes del muerto se armaron, y en son de guerra pasaron a Isaba, y encontrando a la mujer de Carrica, llamada Antonia Garde, que estaba encinta, la mataron, le abrieron el vientre, y con los intestinos de la madre colgaron al hijo de un haya. Esta horrible venganza provocó, como era natural, las represalias de los parientes de Carrica.

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1892. Autoridades y participantes de ambos valles tomando un refrigerio. Foto: Ignacio Coyle Lapetra

A causa de las muertes, los dos valles se declararon una brutal guerra. Ni la mediación, primero del entonces rey de navarra Carlos II y el Príncipe de Bearne, Don Gastón, después de la de los obispos de Baiona, Olorón, Jaka y Pamplona y finalmente la de los rectores de Baretous y abades roncaleses, pudieron terminar con la cruenta batalla entre ambos valles.

Lo que no pudieron conseguir los reyes, obispos ni abades, lo consiguieron los rústicos ansotanos, quienes, movidos de compasión por las desgracias de ambos valles, propusieron a ambas partes cortar sus diferencias. Fue aceptado el ofrecimiento. Se hizo un armisticio hasta que hubiese sentencia, y autorizados seis ansotanos por su rey, y reunidos los apoderados de ambos valles con las licencias respectivas de sus soberanos, se otorgó en Ansó la escritura compromisal el  12 de agosto de 1376. En su artículo 6º se manda a los de Baretons cumplir con el tributo de las tres vacas y que las pagasen el cuaterno día después de la fiesta de Septem Fratuum.

Mañé y Flaquer, durante una de sus excursiones por el valle de Ronkal, recibió de un amigo el acta oficial del acto celebrado en el collado de Ernanz de Larra, el 13 de julio de 1864 y considerando la ceremonia como curiosa y muy interesante desde el punto de vista histórico, no dudó en transcribirla íntegramente en su obra El Oasis.

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1934. Uno de los Jurados roncaleses junto a la muga 262. Foto: Indalecio Ojanguren

Allí se reunieron, según costumbre inmemorial de juntas, en el citado puerto y en el día de la fecha de cada un año, los alcaldes de Isaba, y diputados de Isaba, Uztarrotze,  Urzainki y Garde junto con los alcaldes bearneses de Lano (Lanne), Areta y Yoso (Issor), ante el secretario del Ayuntamiento de Isaba que levantaría el acta. Estando, pues, así juntos y congregados, sin preceder saludo ni otra demostración de urbanidad alguna, presentó el señor alcalde de la villa de Isaba a los representantes del valle de Baretons, si venían y estaban conformes en prestar el juramento ordinario, según costumbre inmemorial, así que en sostener y conservar la paz y armonía entre ambos valles, como en cumplir con la entrega del tributo perpetuo de las tres vacas iguales, de dos años cada una y sin la menor tacha ni mácula; a lo que unánimes contestaron que sí. En su consecuencia, y conformes todos en celebrar el acto, uno de los Jurados del valle de Baretons colocó una lanza echada y en forma horizontal sobre la piedra divisoria de los dos valles, en cual lanza había una cinta o divisa blanca; y en siguiente otro del valle de Roncal, a nombre de éste, puso su lanza, la cual contenía una cinta o divisa encarnada, encima de la del valle de Baretons, de modo que se formaba una cruz con las dos lanzas. En este estado colocó su mano derecha sobre dicha cruz uno de los representantes del valle de Baretons y alternativamente fueron colocando sus manos representantes de ambos valles hasta poner, el alcalde de Isaba que presidía el acto, la suya encima de todas las demás. Tras las explicaciones de la solemnidad del juramento, según el ser y tener de la sentencia a que hay dictada al efecto, ….unos y otros se comprometieron a cumplir recíproca y religiosamente con el contexto de dicha sentencia, sin dar lugar a disturbios, inquietudes ni diferencias. En consecuencia, y en confirmación de la fuerza y verdad del juramento, los representantes del valle de Baretons dijeron por tres veces y en voz clara e inteligible: Pax avant, Pax avant, Pax avant    (continúe la paz).

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1934. Pax avant, pax avant, pax avant. Foto: Indalecio Ojanguren

Concluidas las palabras, algunos soldados representando a los roncaleses, únicos autorizados a ir armados, efectúan un disparo o salva en dirección al norte y recogen las lanzas de los Jurados.

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1934. Jurados roncaleses y gendarmes baretoneses. Foto: I.Ojanguren

 

Llega el momento de elegir los tres ejemplares de vaca pirenaica, de dos años cada una y sin la menor tacha ni mácula. Para eso, el Alcalde de Isaba debe nombrar un perito veterinario que reconozca uno por uno los ejemplares y de su visto bueno. Precisamente, en ese año de 1864, el acta refleja como el veterinario Rafael Echavarne rechazaba una de las vacas presentada, por considerar que tenía tres años.

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1934. La elección de las tres vacas. Fotos: I.Ojanguren

El acto finaliza con el nombramiento, por parte de los Jurados de ambos valles, de los Guardas, cuatro por cada lado, que durante el siguiente año deben defender, el cuidado y conservación de las hierbas y aguas de los terrenos de Ernanz y Leja;  pastos compartidos por el ganado de los dos valles a ambos lados de la muga.

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1915. Roncaleses y baretoneses tras el acto. Foto: M.Gracia

Así, como decíamos, se va cumpliendo año a año con la obligación de un acto centenario.

*Los cimbros eran un pueblo bárbaro del norte de Germania que atravesó los Pirineos dos siglos antes de Cristo. La leyenda es relatada por autores clásicos, como Yanguas y Miranda o Iturralde y Suit.

Bibliografía:

Mañé y Flaquer,Juan (1878) “El Oasis. Viaje al País de los Fueros”. Tomo I. pp 300-304. Barcelona.