Sociedades vivas y recreación del patrimonio
Sociedades vivas y recreación del patrimonio. Algunos ejemplos de referencia con Iruñea-Pamplona de fondo
Humberto Astibia Aierra* Zientzia eta Teknologia Fakultatea/Facultad de Ciencia y Tecnología (UPV/EHU, Leioa, Bizkaia) humberto.astibia@ehu.eus
*Ponencia presentada en el simposio “Alde zaharren bisorkuntza-La recreación de los cascos históricos”, organizado por la Fundación Nabarralde y celebrado en Iruñea y Tutera, entre los días 5 y 20 de octubre de 2018
Resumen
La destrucción de bienes patrimoniales, por accidente o intencionada, no es siempre del todo irreversible. Las sociedades política y culturalmente vivas son capaces de materializar proyectos de recuperación patrimonial. Los de mayor carga emotiva, simbólica y política son los acometidos tras las guerras. Estas y otras empresas nunca han estado exentas de problemas y controversias. Se ha discutido sobre los límites de la intervención restauradora; planteado el debate entre reconstrucción y conservación. Los criterios de intervención en el patrimonio inmueble han evolucionado y las maneras de entender lo original varían según las distintas culturas. El patrimonio histórico y arqueológico de Iruñea ha sufrido en las últimas décadas un maltrato intolerable. La capital navarra precisa un proyecto innovador cultural y patrimonial que rescate la memoria de su centralidad urbana y política. El mismo debería incluir la preservación y recreación de su patrimonio histórico-arqueológico. Un primer paso sería plantear un debate al respecto, hoy en día casi inexistente.
Introducción
Los desastres, la maldad y la ignorancia destruyen los bienes patrimoniales y la memoria de los colectivos humanos. Pero estas pérdidas no son siempre del todo irreversibles, porque las sociedades política y culturalmente vivas son capaces de materializar proyectos de recuperación y recreación patrimonial. ¿No se reconstruyen o recrean danzas, músicas y otras muchas manifestaciones culturales? ¿No tratan los pueblos de recuperar sus lenguas originarias y de crear nuevos imaginarios colectivos? La evaluación de la discusión, cuantía y calidad de tales proyectos en el seno de las sociedades contribuye a diagnosticar el grado de conciencia —o anestesia— político-cultural de las mismas.
El objetivo de este texto es incidir en estas cuestiones, centradas esta vez en la restauración y recreación de conjuntos arqueológicos y arquitectónico-monumentales. La intención del autor es solo plantear algunas ideas con el ánimo de suscitar una discusión al respecto que, por desgracia, hoy en día en nuestra sociedad es prácticamente inexistente. El enfoque de la ponencia está más relacionado con la memoria y el relato que con la arqueología y la historia. No se trata de una visión sociológica sino, sobre todo, la sucinta descripción de algunos hechos que inviten a la reflexión sobre la pérdida y recuperación de bienes patrimoniales materiales.
Reconstrucciones tras las guerras y los desastres naturales
Los casos más dramáticos de destrucción de patrimonio tienen lugar en las guerras. Por ello, los ejemplos de recuperación de mayor carga emotiva, simbólica y política son las reconstrucciones posbélicas. La villa de Ypres-Leper en Flandes, en torno a la cual se ubicó uno de los frentes más estables, destructivos y mortíferos de la Primera Gran Guerra, se reconstruyó en gran parte entre los años 20 y 60 del pasado siglo. La capital polaca, Varsovia, arrasada por ejército alemán, fue la ciudad con mayor índice de destrucción de la Segunda Guerra Mundial. Pero, tras su destrucción, la Plaza del Mercado y otras zonas de la ciudad histórica de Varsovia fueron levantadas de nuevo siguiendo planos originales y desde 1980 el casco histórico de Varsovia está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Arrasada por un vengativo bombardeo ígneo aliado en 1945, la ciudad alemana de Dresde, la “Florencia del Elba”, revive hoy su esplendor barroco (Premio de Europa, Consejo de Europa, 2015), con su edificio más emblemático, la iglesia luterana Frauenkirche, entre otros, levantada desde sus cimientos. En Bosnia-Herzegovina, el Puente Viejo de Mostar (Stari Most), destruido en 1993 por la artillería croata, fue reconstruido según los planos otomanos. El conjunto del puente, convertido en símbolo de la reconciliación nacional, es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2005 (https://whc.unesco.org/es/list/).
Los desastres naturales y los accidentes también afectan a enclaves de enorme valor patrimonial. En 1997 un terremoto provocó el desplome de muros y techos en la basílica medieval de Asís y que 130 m2 de frescos pintados por Giotto y Cimabue fueran reducidos a miles de fragmentos. Pero, poco después se puso en marcha el “Taller de la Utopía” y un equipo multidisciplinar, utilizando las técnicas más modernas, restauró y reintegró muchas de las partes afectadas por el seísmo (https://es.wikipedia.org/wiki/Basílica_de_San_Francisco_de_Asís). A veces la reconstrucción es prácticamente total; tal es el caso del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, destruido en un incendio en 1994 y reconstruido poco después con el apoyo de instituciones, empresas y particulares. Los ejemplos de este tipo son numerosos.
Tecnologías y arte al rescate de la memoria
Las modernas tecnologías de restitución patrimonial permiten “milagros” como el de Asís o el de la iglesia románica de Sant Climent de Taüll, en el valle de Boí (Alta Ribagorça, Catalunya), patrimonio de la Humanidad desde 2000. En este bello enclave se ha concluido con éxito un innovador proyecto museográfico de restitución pictórica. Una proyección mediante video mapping de las pinturas murales del ábside mayor logra la reproducción virtual, “resurrección virtual”, de la iglesia en el s. XII (www.pantocrator.cat). Tecnologías audiovisuales y de reproducción digital se han utilizado, asimismo, en las iglesias pallaresas de Sta. Maria d’Aneu y Sta. Maria de Mur. Un proyecto pionero de proyección restitutiva fue el de la fachada de la catedral francesa de Amiens. Desde el descubrimiento de los restos de su policromía a finales del siglo XX y gracias a un sistema de láser multicolor, se consigue recrear el aspecto del edificio en época medieval. El espectáculo se acompaña de música y explicaciones en las noches de verano y Navidad (www.cathedrale-amiens.images-en-somme.fr).
Cuando nada físico queda de un lugar el arte también puede venir a rescatar la memoria del mismo. Las instalaciones del proyecto “Memorias urbanas” del artista Juan Garaizabal (Madrid, 1971) son un ejemplo destacable. Su objetivo ha sido materializar, recuperar para la ciudadanía, el espíritu de construcciones desaparecidas mediante líneas maestras en metal, sobre cimientos originales, en una búsqueda de presencia sutil, del “alma” del edificio. Garaizabal trabaja con fotografías, recrea rótulos, y recupera la memoria y los sentimientos de distintos colaboradores. No añade, sino que crea descubriendo sobre los espacios. Sus inicios fueron en Bucarest. Otras intervenciones se han centrado en la última década en la Betlehemskirche de Berlín, el Palacio de las Tullerías (París), el Mercado de Olavide (Madrid), en Lisboa, Chicago, etc. (www.juangaraizabal.com).
Recuperación patrimonial en Vasconia
No faltan reconstrucciones y recreaciones de elementos patrimoniales reseñables en nuestro país vasconavarro. El Puente de Bizkaia (Bizkaiko Zubia), transbordador que une las villas vizcaínas de Portugalete y Getxo, el famoso Puente Colgante, diseñado por Alberto de Palacio (1856-1939) e inaugurado en 1893, primero de su clase construido en el mundo, fue volado por el Batallón de Ingenieros del Ejercito del Norte el 17 de Junio de 1.937. Reconstruido poco después con el concurso de varias empresas locales (Basconia, Franco-Española de Cables, Eguren y otras), entró a engrosar en 2006 la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
En relación con el patrimonio arqueológico-industrial caben reseñarse la reconstrucción y puesta en marcha de antiguas ferrerías hidráulicas, como las de Mirandaola y Agorregi, en Gipuzkoa y El Pobal, en Bizkaia. El Museo de la Máquina-Herramienta (Fundación Museo de Máquina-Herramienta, Elgoibar) supone ir más allá en la recreación de elementos patrimoniales, puesto que se materializa en un edificio de nueva construcción (Arquitecto Santiago Ceciaga), que reproduce un taller de principios del siglo XX. El museo, que contiene numerosas máquinas originales, es visitado por muchos interesados y escolares (www.museoa.eus).
En cuanto a edificios antiguos es destacable la intervención en la catedral medieval de Santa María de Vitoria-Gasteiz. La iglesia arrastraba problemas estructurales desde su nacimiento y fue cerrada al público en 1994. A finales del siglo pasado la Fundación Catedral de Santa María puso en marcha un complejo plan de restauración del edificio que ha tenido un reconocimiento internacional (Premio Turismo Vasco 2000, Premio Europa Nostra 2002 en categoría estudios excepcionales de restauración). Bajo el eslogan de “abierto por obras” ha tenido cientos de miles de visitantes y desde 2005 la vieja catedral es Patrimonio de la Humanidad UNESCO, dentro del conjunto de monumentos de los caminos de Santiago. Con el apoyo de instituciones y mecenazgo, en la misma se ha consolidado un programa cultural de notable proyección exterior, que ha permitido la recuperación de la Capilla de Música, elaborado unidades didácticas escolares, organizado ciclos de conciertos, congresos y seminarios. Como indican desde la fundación, este proyecto es un ejemplo de como el patrimonio cultural puede ser motor de cohesión social y desarrollo económico (www.catedralvitoria.eus).
En la Alta Navarra, y sobre iniciativas históricas relacionadas con la restauración y reconstrucción arquitectónica, es ineludible citar la actividad de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos (1844-1936), organismo de estructura provincial encargado de la conservación y protección de las antigüedades, constituida por el Ministerio de la Gobernación del gobierno español. La Comisión de Monumentos promovió la reconstrucción historicista de conjuntos navarros tan emblemáticos como el Monasterio de Leire, el Castillo Real de Olite-Erriberri —a estos dos primeros puede afirmarse que los salvó de su desaparición—, y la Catedral de Tudela, llevó a cabo la excavación de dólmenes en Aralar, recuperó miliarios, impulsó la creación un Museo Arqueológico de Navarra, etc. Fueron vocales de dicha comisión algunos de los intelectuales navarros más notables de la época, como los hermanos Pedro y Florencio Ansoleaga, Nicasio de Landa, Juan Iturralde y Suit, Arturo Campión y Julio Altadill, entre otras personalidades. (www.enciclopedianavarra.com/?page_id=7191). Años más tarde, algunos de sus miembros fundarían la Asociación Eúskara de Navarra (1877-1897), cuya fértil influencia en la recuperación de la lengua originaria y los sentimientos patrióticos navarros llega hasta nuestros días.
Algunas de las actividades recientes de recuperación arquitectónica en Navarra se han centrado en las ruinas de sus castillos. Así la excavación y recuperación de la historia del Castillo-Palacio de Tiebas (s. XIII), promovida por el ayuntamiento de Tebas-Muru Artederreta y desarrollada entre los años 1998-2012, con el impulso de quien fuera presidente del concejo de Tiebas, el historiador y profesor Roldán Jimeno Aranguren. A destacar, asimismo, la excavación y recuperación de las ruinas de los castillos de Amaiur, en Baztan, símbolo de la resistencia y soberanía navarras, y de Irulegi, en el valle de Aranguren, trabajos realizados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, con apoyo de los ayuntamientos locales, Udalbide y otras instituciones y el trabajo entusiasta de vecinos en auzolan y otras personas en campos de trabajo para jóvenes. Es necesario destacar a este respecto la influencia que la obra “Castillos que defendieron el Reino” (Pamiela, Iruñea, 2006-2015), del historiador Iñaki Sagredo, ha tenido en la toma de conciencia sobre este importante patrimonio.
Recuperación patrimonial, problemas y controversias
Pero la recuperación de elementos patrimoniales nunca ha estado exenta de problemas y controversias. En arquitectura se discuten los límites de la intervención restauradora. Se plantea hoy como antaño el debate entre reconstrucción y conservación. Destacados protagonistas decimonónicos del mismo fueron el francés Eugène Viollet-le-Duc, máximo teórico y práctico de las restauraciones interpretativas —medio estado francés está lleno de reconstrucciones siguiendo sus criterios— y el inglés John Ruskin, exponente de los planteamientos contrarios en tierras británicas, que priorizan la conservación de las ruinas. Hoy en día, para muchos profesionales la reconstrucción de ciertos edificios está más que justificada. Existe un activo debate sobre la clonación y las réplicas arquitectónicas y sobre la falsedad histórica y falsedad arquitectónica en la recuperación de edificios.
Instituciones internacionales que abordan esta problemática son el ICCROM, Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales, una organización intergubernamental creada por la UNESCO en 1956, que cuenta con 136 estados miembros, y el ICOMOS, ONG para la conservación de monumentos y lugares. Documentos de interés son la Carta de Atenas (1931) y la Carta de Venecia (1964), y los manifiestos del ICCROM y del ICOMOS, también las distintas legislaciones nacionales y locales europeas.
Ascensión Hernández, en su libro titulado “La clonación Arquitectónica” (Siruela, 2007), aborda la evolución de los criterios de intervención en el patrimonio inmueble —¿qué fase histórica es lícito recuperar?—, también las diferentes maneras de entender lo auténtico, lo original, según las distintas culturas —en Occidente, respeto a la materialidad del monumento, en Oriente, Japón, mantenimiento de las tradiciones artesanales— y la relativización actual del valor de autenticidad —material, histórica, funcional, estilística, contextual, etc. —, problemática objeto de reuniones internacionales (Cracovia, 2000, Nara, 2004 y posteriores). La obra de Hernández también trata sobre las reconstrucciones posbélicas, herramientas de cicatrización en la memoria colectiva de episodios traumáticos de la Historia; sobre el peligro de la interpretación selectiva de la Historia y la proliferación de clones y disneylización del mundo.
El desolador panorama de Iruñea
El subsuelo de Iruñea ha guardado un rico archivo de su pasado, de mayor importancia que la concedida por algunos arqueólogos e historiadores oficiales. Pero el patrimonio histórico y arqueológico pamplonés —y también en otras muchas zonas del territorio— ha sufrido en las últimas décadas un maltrato intolerable, a manos de sucesivos ayuntamientos y gobiernos autonómicos controlados por el nacionalismo español. El documento audiovisual “Iruñea, izanaren hondamendia-Pamplona, el saqueo de la memoria”, de la fundación Nabarralde ( 2014) informa y denuncia estas agresiones.
El capítulo más conocido ha sido la destrucción —“expolio arqueológico” en palabras de la Sociedad Aranzadi— del extraordinario complejo arqueológico de la Plaza del Castillo (2000-2003), sin duda el más importante de Pamplona y uno de los más relevantes de Vasconia. El vaciado de la Plaza del Castillo fue llevado a cabo en contra de la opinión de expertos y de miles de ciudadanos; 25000 firmas no fueron suficientes para paralizar un vulgar y millonario proyecto de aparcamiento subterráneo que destruyó el maravilloso regalo del subsuelo de la plaza (restos prehistóricos, complejo termal de época romana, muralla alto-medieval, cementerios musulmán y cristiano, estructuras urbanas de varias épocas), hoy convertida en una de tantas “plazas-zombi”, vulgar plataforma de hormigón armado, preñada de automóviles. El Departamento de Cultura del gobierno autonómico autorizó el desmontado, la retirada apresurada, de lo no directamente destruido. Los responsables y cómplices —políticos, arquitectos y tramas arqueológicas— no han rendido cuenta alguna por ello. “La plaza mayor, ombligo de la ciudad, vientre que nunca envejece, ser vivo sometido a constantes mudanzas pero que mantiene intactas sus señas de identidad. Alterar su cuerpo de modo brutal y sin contemplaciones es delito de lesa ciudadanía” dijo el gran escritor Pablo Antoñana. El libro titulado “Plaza del Castillo: una lección de democracia ciudadana frente a la destrucción de 2.000 años de Patrimonio”, de la Plataforma en defensa de la Plaza del Castillo (Pamiela, 2003), deja testimonio de este hecho que Iruñea no debería olvidar; también de una pérdida a la que la ciudadanía no se debería resignar.
Otro episodio lamentable lo han constituido los años de abandono y ruina y, finalmente en 1994, la destrucción, sin excavación del subsuelo arqueológico, de parte de las estructuras del Palacio Real de Pamplona, hoy sede del Archivo Real y General de Navarra. El artículo periodístico del abogado e historiador pamplonés Tomás Urzainqui, titulado “Lo que no se hace por nuestro Palacio Real” (Diario de Noticias, 1994), describió, poco antes de la irrespetuosa intervención, la importancia patrimonial y política del viejo y maltratado edificio.
A Iruñea le han sacado las entrañas con aparcamientos y galerías subterráneas. Cuando las ruinas históricas descubiertas no se han destruido se han excavado apresuradamente y, en el mejor de los casos, sus restos se han sepultado de nuevo. Además, en más de una ocasión se ha perseguido a los movimientos que han querido defender este irrenunciable patrimonio. El patrimonio arqueológico es un bien único, no renovable; las intervenciones en el mismo deben ser lo más rigurosas posible. A diferencia de lo que se hace en tantas ciudades europeas (Roma, Florencia, Canterbury, París, Lyon, Tarragona, Toledo, Zaragoza, etc.) en Pamplona prácticamente nada ha quedado in situ visible y preparado para la ciudadanía. El artículo titulado “Iruñea: Palacio del Condestable” del historiador irunseme Mikel Sorauren (Nabarralde, 2009) destaca el ignorante e interesado maltrato al que han sido sometidos algunas de las construcciones históricas de Iruñea, ciudad que, a decir de este autor, dispone de elementos para destacar monumentalmente.
El acoso y derribo a la cultura vasconavarra en nuestra capital tuvo otro triste episodio en la destrucción del histórico frontón Euskal-Jai de Pamplona (1909-2004), el segundo frontón largo más antiguo del mundo, bello edificio modernista, ejemplo singular de la arquitectura del hierro en los frontones, ubicado en el corazón de la ciudad y cuna de la modalidad del remonte. El escultor pamplonés Pello Iraizoz (“Euskal Jai, Pamplona, 1909-2004”, Arxiu SOS 2006), describe la gloria y tragedia final de este edificio, que de haberse conservado y restaurado hoy sería motivo de orgullo para la ciudad. (Consúltese, asimismo, los textos de Víctor Manuel Egia Astibia, titulados “El Frontón Euskal Jai de Iruñea” y “El frontis del Euskal Jai”, publicados posteriormente a esta ponencia en Diario de Noticias, el 27 de enero y 10 de Noviembre de 2019, respectivamente).
Para finalizar estos apuntes es obligado mencionar que, por si fuera poco, la Iglesia, valiéndose de una ley franquista y sin el conocimiento de ayuntamientos y concejos, se ha apropiado entre los años 1998 y 2015 de un inmenso patrimonio inmobiliario, que incluye más de mil bienes solo en la Alta Navarra y comprende en relación con Pamplona su Catedral Metropolitana de Santa María la Real y los demás templos medievales, entre otros inmuebles. La Plataforma de Defensa del Patrimonio Navarro/ Nafarroako Ondarearen Defentsarako Plataforma (plataforma-ekimena.org), con su libro “Escándalo Monumental. La privatización de las iglesias, ermitas, casas, tierras y otros bienes públicos de Navarra” (Altaffaylla Kultur Taldea, 2009), trata de informar a la población e implicar a las instituciones para que este patrimonio sea devuelto y gestionado por el pueblo de Navarra.
Iruñea, utopía esperanzada
Iruñea precisa, en mi opinión, un proyecto general cultural y patrimonial que rescate la memoria de su centralidad urbana y política. La capital de Navarra ha de ser más que la ciudad de las fiestas uniformadas y tauricidas de San Fermín. Pamplona necesita recrear sus fiestas —pero este es otro tema— y necesita un proyecto integral innovador e ilusionante de preservación y recreación de su patrimonio histórico-arqueológico. Quedan todavía restos arqueológicos y arquitectónicos en su ubicación original, y de aquello que ya no existe o está descontextualizado se dispone de información de todo tipo, escrita, gráfica, oral, artística, y modernas tecnologías para que un equipo multidisciplinario de profesionales pudiera plantear objetivos rigurosos de recreación. Evidentemente, no habrían de faltar dificultades debido a (1) que las instituciones están llenas de problemas inmediatos y “prioritarios”, (2) la segura oposición de algunos sectores políticos y de parte de la ciudadanía, (3) que frecuentemente la destrucción ha venido acompañada por la ocupación del solar por nuevas edificaciones (se puede reconstruir en otro lugar, a poder ser cerca del emplazamiento original, ejemplo del Globe Theatre de Londres, 1990), (4) la larga duración de algunas obras de este tipo, (5) su elevado coste económico y, lo más grave, (6) la comodidad e indiferencia ciudadana (7), la falta de conciencia nacional, y (8) la ausencia de respaldo estatal propio que respalde estas iniciativas, entre otros condicionantes.
Desde el siglo XIX en Europa se han llevado a cabo numerosas reconstrucciones propiciadas por movimientos historicistas que buscaban en los tiempos pasados símbolos de identidad política y cultural. Tal fue el espíritu de Viollet-le-Duc en Francia o de la Renaixença en Catalunya y también de quienes formaron parte de la Comisión de Monumentos de Navarra. ¿Por qué no algo así de nuevo entre nosotros con una moderna visión del siglo XXI? De entrada, un gran paso en este sentido sería plantear un debate general; algo que hoy en día, más allá de lo relacionado con la memoria colectiva más reciente, en Iruñea es inexistente. Porque, frente a las fructíferas discusiones que en torno a los proyectos de reconstrucción —y clonación— arquitectónica existen en otros lugares, aquí apenas se discute nada de esto.
Entre los aspectos positivos de esta iniciativa estarían el aumento de activos culturales y patrimoniales de la ciudad, una mayor valoración de la historia y la cultura propias, con aumento de la autoestima y el orgullo de ciudad entre sus habitantes, atraer a la ciudad turismo de calidad, una posible mayor actividad económica al poner en marcha innovadoras actividades relacionadas con las recuperaciones arqueológico-arquitectónicas y la arqueología experimental, recuperación de oficios, etc.
La consumación de los citados y otros hechos destructivos en Iruñea y, más aún, la indolencia ante los mismos —cuando no el apoyo— de una parte importante de la población, tienden a llevar a los sectores defensores del patrimonio a la desmoralización y al silencio (“el mal ya está hecho”). Es necesario buscar motivos, aunque sean como el clavo ardiente, para el optimismo, porque el pesimismo bloquea. En abril de 2017, coincidiendo con el Día de la Tierra, se celebró en Cambridge una reunión bajo el título de “Earth Optimism”, en el que participaron destacadas figuras del conservacionismo. Se trataba de mostrar y celebrar logros en el campo de la conservación de la naturaleza, con el propósito de que estas noticias actuaran de llamadas al optimismo entre los asistentes, en unos tiempos en los que los problemas medioambientales están cerca de rebasar puntos de no retorno. Como indica Rogelio Luque en el artículo titulado “La razón de ser del optimismo en la defensa del medio ambiente” (Quercus, 389, 2018), los estudios muestran que el pesimismo nunca conduce en las personas a acciones significativas; el pesimismo solo tiene un efecto paralizante. Hoy hay más conciencia que nunca, también quizás más apoyo político que nunca, para —utilizando el lema de la Fundación Catedral de Santa María de Gasteiz—, “abrir por obras” y comenzar a recrear patrimonial y culturalmente Iruñea.
Agradecimientos
A José Miguel Martínez Urmeneta, por sus comentarios críticos y la revisión ortográfica y sintáctica del manuscrito, que han permitido una mejora notable del mismo. A mis demás amigos de Iturralde y a la Fundación Nabarralde